LOS ESPÍRITUS DE EBENEEZER SCROOGE (RESEÑA DE «CANCIÓN DE NAVIDAD»)


Por: Paty López Padilla B. 

Ya estamos iniciando el último cuatrimestre de 2014, y les recomiendo ampliamente que antes de que los “espíritus de la Navidad” vengan a visitarlos, se dispongan a leer este clásico de la literatura universal, mejor conocido como: “Canción de Navidad” o bien, por su nombre en inglés “A Christmas Carol”.

Muy probablemente ya tuvieron oportunidad de ver las diversas adaptaciones que de este relato se han hecho para cine y televisión (de hecho, hay que reconocer que la versión de Walt Disney de Canción de Navidad, es simple y sencillamente una obra magnífica); sin embargo, las letras siempre encierran tesoros y secretos que pocas veces son revelados en las pantallas.

Ebeneezer Scrooge es un viejo avaro que en la vida solo tenía un cariño: la acumulación de dinero. Pero ni siquiera se trataba de esa afición que se despierta en las almas ambiciosas para acumular bienes y llevar una gran vida, llena de opulencia, pues Ebeneezer únicamente encontraba cierto gozo en atesorar billetes y monedas, sin importarle llevar una vida relativamente miserable. Sobra decir que si el viejo Scrooge no tenía cariño y consideración hacia su persona, mucho menos los tenía hacia quienes lo rodeaban.

Pese a este negro panorama, y por causa de esos milagros en realidad inexplicables, el día anterior a Navidad, el fantasma de su finado exsocio (porque no podemos llamarlo amigo) Jacobo Marley, se aparece ante Ebeneezer para avisarle que lo visitarían tres espíritus; uno que le mostraría su pasado, otro su presente, y otro su futuro.

Charles Dickens nos relata de manera entretenida, contundente y emotiva, la forma en que Ebeneezer Scrooge transita de la negación a la interiorización y reflexión en cada una de las visitas de los Tres Espíritus, aprovechando la oportunidad que a él le había sido concedida y que su exsocio no pudo gozar. En particular, me gusta pensar que Jacobo Marley quiso reivindicar el espíritu de la amistad en su ser finado e interceder por Ebeneezer; en pocas palabras, me gusta pensar que aun después de muerto, procuró hacer el bien.

Creo que todos, a lo largo de nuestras vidas tenemos la oportunidad de reflexionar, interiorizar y cambiar lo que no ayuda a nuestro crecimiento como personas. El problema es que estamos esperando “milagros” o “presencias fantasmagóricas” que difícilmente se presentarán, sin que consideremos que en nuestra historia particular, los “Tres Espíritus” pueden manifestarse en la figura de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros maestros o de nuestros amigos.

Retomo mi idea inicial: Creo que septiembre es un buen mes para que cada uno de nosotros, de la mano del maravilloso texto de Charles Dickens, nos convirtamos en el “Espíritu de la Navidad Presente”, en el “Espíritu de la Navidad Pasada” y en el “Espíritu de la Navidad Futura” y hagamos conciencia de lo que queremos y debemos cambiar, sin olvidar la fuerza y la voluntad para poner en práctica nuestros propósitos.

Tal vez sea la lectura de Charles Dickens la que nos ayude a que este diciembre podamos pronunciar un: “Feliz Navidad a todos” proveniente de un corazón sereno y satisfecho.

IMPORTANTE: Lectura recomendable y apta no sólo para todos aquellos que somos avaros en tiempo, cariño, compromiso y/o ayuda, sino también para todos los inconformes que quieren contemplar su historia personal en perspectiva y mejorar cada día, para brindar un “mejor yo” a los otros.

“Canción de Navidad”, sin duda, un imperdible siempre vigente. Gracias Dickens!!

 

El Fútbol Mexicano en Tiempos del «Hambre»


El fin de semana pasado, tras el ‘Aztecazo’ que nos propinó la «temible» escuadra hondureña. Nos preguntábamos en ardua discusión ‘pambolera’ en qué podría consistir el éxito de la Selección Mexicana de Fútbol y yo comenté que tal éxito sería económico y jamás deportivo. A unos cuantos días de distancia, mi juicio parece confirmarse.

En Columbus, Ohio se enfrentaron (es un decir) las selecciones de Estados Unidos y de México. Poco menos de 1,500 paisanos nuestros con muy escasas posibilidades económicas, pero que, con tal de ver a su «Esperanza Verde», erogaron los buenos dólares que cuesta allá una localidad. Son conmovedores en su lealtad, en su disponibilidad para dejarse explotar, en su velocidad de reacción ante cualquier vislumbre futbolístico de los ‘ratoncitos verdes’. Esta entrada ya es un éxito económico, más los derechos para la televisión, más la nueva línea de playeras y adminículos que se venderá muy bien, aunque en la cancha hagamos ridículos tan magnos como el del viernes por la noche y el de hoy.

Nuestra Selección salió, saludó, cantó el himno y todo esto fue lo más notorio que hizo sobre la cancha. Perdido allá en un palco Justino «Chavela» Compeán pelaba cada vez más los ojos, hasta que decidió cerrarlos para no ver la masacre. Con un Luis Fernando Tena, como si fuera El Santo Niño de Atocha para lograrle el milagrito como recién estrenado Director Técnico del Tri. ¡Te luces cuando hay visitas!, me decía mi mamá. Hagan de cuenta.

México no tenía nada, ni defensiva (las fallas de Salcido y de Arce fueron como de película de Capulina). En la media, Guardado se dedicó a perder balones y a patear rivales como si fuera su única especialidad. La delantera, salvo ciertos esfuerzos aislados y chambones de Gio y Chicharito, así como los pequeños destellos de Chaco Jiménez (naturalizado, por cierto), no sirvió para maldita la cosa. Los cronistas de Televisa estaban muy contentos al principio diciendo que ¡le estábamos jugando al tú por tú a la selección de «las barras y las estrellas»!. Al final reflexionaron y dijeron que a Estados Unidos «no se le puede jugar al tú por tú». Que «fuimos en alguna ocasión el Gigante de la CONCACAF. Para la Selección verde, más verde y arrugada que nunca, fue una noche infausta. El pobre ‘Flaco’ Tena que estaba estrenando su traje negro azabache ya no sabía ni qué hacer, ni a quién más meter a la cancha que pudiera detener la zoquetiza yanqui. Para variar ya nos tiene agarrada la medida tanto un «soberbio» Landon Donovan, como su Director Técnico Jürgen Klinsmann. Que no está de más decir y como dato cultural, jamás le hemos podido ganar los mexicanos tanto como jugador en su Selección Alemana, como ahora en su etapa de Director Técnico con la Selección Estadounidense. Como decía yo, nuestro cotejo con Estados Unidos fue todo un éxito. Regresamos cargados de dólares. El fútbol, bueno es decirlo, no es lo nuestro. La pregunta es: ¿Qué será entonces lo nuestro?Mexican fans

¿Quién soy? ¿Marta o María?


Soy Marta cuando me afano por lo inmediato. Tú eres María cuando me haces ver el fondo de las cosas. Soy Marta cuando exijo que camines a mi ritmo. Tú eres María cuando me invitas a reposar en el camino.

Soy Marta cuando pienso que en el «hacer» está el todo. Tú eres María cuando en el silencio me descubres el valor del silencio. Soy Marta cuando olvido que tengo corazón y alma. Tú eres María cuando me haces descubrir la vida interna que llevo dentro.

Soy Marta cuando me desgasto sin saber por qué ni cuando. Tú eres María cuando me enseñas a guardar energías para lo alto. Soy Marta cuando vivo sin freno ni medida… Tú eres María cuando me invitas a la paz y al sosiego.

Soy Marta cuando digo que creo en Jesús y no le escucho… Tú eres María cuando me invitas a escuchar para saber si creo. Soy Marta cuando vivo perdido en lo aparente. Tú eres María cuando me haces buscar lo trascendente.

Soy Marta cuando lo exterior me llena de ansiedad. Tú eres María cuando me recuerdas que en el interior está la felicidad. Soy Marta cuando pienso que la fortaleza está en lo que realizo. Tú eres María cuando me recuerdas que Dios es inspirador de todo.

Soy Marta por poner todo mi esfuerzo en los medios y trabajo. Tú eres María si me haces ver que todo eso es secundario frente al Maestro. Soy Marta cuando subo y bajo, hablo y canto, planifico y pienso. Tú eres María si me llamas al sosiego que nos da el Misterio.

Soy Marta cuando me dejo llevar por lo aparentemente válido. Tú eres María si me enseñas el tesoro de lo contemplativo.

Soy Marta cuando me ensordece el ruido del mundo. Tú eres María si me invitas a afinar el oído hacia lo divino. Soy Marta cuando me agobian los problemas de cada día. Tú eres María cuando me enseñas la fortaleza de Dios y de su Palabra.

Soy Marta cuando pongo en el centro de todo mi esfuerzo. Tú eres María si me haces ver a Dios como fuente de todo.

Soy Marta si pierdo el control por lo que me empuja. Tú eres María si me induces al equilibrio y a la esperanza.

Soy Marta cuando pienso que en la velocidad reside el triunfo. Tú eres María por frenar mis caprichos y mis impulsos.

Soy Marta cuando busco y no alcanzo, cuando trabajo a tiempo y destiempo, cuando pongo el acento en la pura materialidad. Tú eres María cuando, simplemente, me invitas a pararme un poco y ese poco, que es mucho, es ni más ni menos que JESÚS.Image

CARTA ABIERTA A ELBA ESTHER GORDILLO


Por: Patricia López Padilla Barrera

Profesora:

El martes 26 de febrero de 2013, a las 10.00 de la noche, su servidora realizaba sus habituales ejercicios en la caminadora del gimnasio, mientras observaba incrédula en el televisor, el resumen de su detención a manos de las autoridades de la Procuraduría General de la República; la cual fue ciertamente desconcertante, pero de trascendencia histórica.

Disculpará profesora que haya tardado más de dos horas en enterarme del escandaloso momento de su aprehensión; sin embargo, a las 8 de la noche (horario en que fue llevada a cabo la misma), me encontraba impartiendo mi cátedra de Impuesto sobre la Renta. Si usted realmente comprendiera lo importante que es la impartición de clases, no habría necesidad de explicarle el por qué me perdí puntualmente, la transmisión de una noticia tan relevante a nivel nacional.

Desafortunadamente, es claro que aun estando obligada a ello, usted jamás comprendió que “la cátedra” es una obligación cuasi sagrada, que tiene por recompensa no sólo la trascendencia del alumno, sino también las innumerables lecciones que de manera gratuita, los maestros recibimos de ellos.

Mucho se ha escrito ya sobre su detención, sobre sus corruptelas y sobre su supuesto desvío de fondos. No se preocupe, yo no voy a meterme en esos temas; y no por disentir de ellos, sino porque tengo contra usted una acusación, que aunque tal vez no le importe, es bajo mi perspectiva, la más grave de todas. En efecto, YO LA ACUSO A USTED de ser una de las principales causantes del rezago en el que todavía se encontrará nuestro país durante los siguientes lustros, debido a los “pobres conocimientos” adquiridos por los niños y adolescentes que tomaron clases con sus “protegidos profesores”.

Usted fue por 24 años, la Directora General del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (el famoso SNTE), el cuál es el más grande e importante de Latinoamérica. Bien sabemos que conforme a nuestras leyes, la función de un “líder sindical” consiste en procurar la defensa de los intereses de los trabajadores, buscando mejorar su calidad de vida y evitando que éstos sufran abusos por parte de sus patrones.

Lamentablemente para México usted erró su función, pues en lugar de cumplir cabalmente con lo ordenado por el artículo 123 de nuestra Carta Magna y por la Ley Federal del Trabajo (lo cual de manera implícita se traducía en velar por el buen nivel educativo y pedagógico de los profesores), prefirió obtener bonanzas lucrativas, a cambio de solapar la holgazanería y la corrupción de muchos de sus miembros, y de “silenciar” la valentía de unos pocos.

Profesora, estoy cierta de que usted tenía total y plena conciencia de la trillada frase: “El conocimiento es poder”; por tanto, miedosa de perder el poder que fue acumulando en su persona con el transcurso de los años, prefirió quitarles a sus agremiados y a los alumnos de sus agremiados las dos armas más sólidas y fuertes que existen para salir adelante y no ser simples objetos de manipulación. Tales armas son: i) EL CONOCIMIENTO, y ii) LA SED POR OBTENERLO.

No tiene la menor idea de la profunda lástima que su ser despierta en mí, pues entre dos caminos confrontados, optó por el del enriquecimiento, dejando a un lado el de la trascendencia. ¿No se da cuenta que tuvo en sus manos el llevar a cabo una labor equiparable a la del “Maestro de América”, Don José Vasconcelos?. Habrá quien no concuerde con la ideología vasconcelista; sin embargo, cada vez que escuchamos su nombre, recordamos al incansable luchador, al promotor del muralismo en México, al gran rector de la Universidad Nacional y creador de su lema: “Por mi Raza Hablará el Espíritu”; en pocas palabras, siempre vendrá a nuestras mentes la imagen del apasionado y enamorado de la educación.

Así de simple: Usted Profesora, desperdició la tremenda oportunidad que la historia y el azar de manera conjunta le brindaron para convertirse en la artífice y gran promotora del cambio en nuestro país; pues la educación señora, siempre y en todos los casos origina un cambio en el educando. Tenga en cuenta profesora, que el haber cambiado la vida de miles y miles de mexicanos, habría significado cambiar en gran medida, el futuro de México.

Podrá usted decirme: “Maestra López Padilla, usted no tiene idea de lo que es perder la libertad, ya lo estoy pagando”; no obstante Profesora Gordillo, yo podría contra-argumentarle que usted impidió el acceso al conocimiento que haría libres a miles de mexicanos…Así que, no le es dable quejarse de la pérdida de su libertad, cuando sus acciones de alguna manera, dejaron en el cautiverio de la ignorancia y el conformismo a cientos de niños y jóvenes…

Deseo que cada “Día del Maestro” su conciencia le recrimine no sólo el mal que le ocasionó a México, sino todo el bien que conscientemente omitió brindarle, al propiciar que miles de educandos permanezcan en la oscuridad, sumergidos en una situación endeble y manipulable. Y si no llegara a sufrir dicha recriminación por parte de su conciencia, precisamente por carecer de ella, tenga la certeza de que llegará el momento en que la “Memoria Histórica” se lo demandará. Créame Profesora que en su caso, lo menos grave fue el desvío de miles de millones de pesos; pues el haberse opuesto a las reformas educativas, es similar a haberse opuesto a la curación de enfermos de gravedad, teniendo el medicamente total y completamente disponible.

En México, muchas personas no podrán celebrar el “Día del Maestro” gracias a usted, profesora. Es cierto que tan sólo su sindicato tenía más de un millón y medio de agremiados; sin embargo, también es cierto que existe una diferencia abismal entre “un profesor” y un “maestro”. Es por esto que le escribo esta carta en mi calidad de “maestra”, y me dirijo a usted en su carácter de “profesora”, porque “maestra” jamás lo fue y jamás lo será.

Para finalizar Profesora, déjeme darle una noticia que amargará aun más, sus días en prisión. En México no todo está perdido, pues pese al nefasto daño que provocó, aún existimos muchas personas que creemos que TODO ES VOLUNTAD! Tan es así, que incluso la felicidad y el amor dependen de ella. Todos los enamorados de la educación y los interesados en hacer algo por nuestro país, tenemos la convicción de que la voluntad será siempre nuestra más leal compañera. Así es Profesora, usted que conoce el peligro que representa la «educación» para los egoístas y ambiciosos, comprenderá también el peligro que implica la «voluntad» para los tiranos…así que: ¡póngase a temblar!

Ahora, como mujer le hago una petición (que incluso, puede tomarla en tono de exigencia): “Por favor revele el nombre de sus cirujanos plásticos, para que ninguna fémina caiga por equivocación en las negligentes manos de dichos profesionistas”. Finalmente, como abogada, le aconsejo algo: “Solicite la devolución de los honorarios pagados a sus cirujanos, pues claramente se trató de una estafa…de un pago de lo indebido”.

¡Ay Profesora!, si en realidad hubiese estudiado algo en su vida, se habría percatado de que todos los imperios más grandes del mundo cayeron en su momento (el romano, el español, el inglés, el otomano)…¿Nunca le pasó por la cabeza que su imperio dentro de la SNTE también habría de caer?.

Me despido disculpándome por no felicitarla este 15 de mayo, pero le repito, usted no es maestra, sino una simple lideresa sindical corrupta.

Atentamente,

La Licenciada y “Maestra” Patricia López Padilla Barrera.

La tesis Duverger


Dos descubrimientos importantísimos para la historia y la literatura antigua de nuestro país sacuden a la academia: el primero es que Bernal Díaz del Castillo no es el autor de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España; el segundo, aún más espectacular, es que en realidad fue escrita por el conquistador Hernán Cortés. No es broma, y menos considerando que quien sostiene esta tesis es el historiador francés Christian Duverger en su más reciente libro Crónica de la eternidad (Taurus, 2013).

Mucho revuelo ha causado esta tesis entre los estudiosos del tema. Sin duda novedosa y apantallante, pero al parecer la mayoría de aquellos con autoridad intelectual para opinar del tema no están de acuerdo con ella.

Todo parece indicar que Duverger se ha documentado inmensamente para poder escribir su obra, y en consecuencia, para llegar a las conclusiones de que hablamos. No obstante ello, sus críticos señalan que cae en errores incluso elementales como la ubicación de la Real Audiencia en Panamá en lugar de Guatemala en 1568 o los primeros registros de la existencia de Díaz del Castillo. Creo que Duverger se defiende bastante razonablemente de las críticas, y parte de ello se demuestra en una entrevista concedida a la revista Nexos en su edición de abril de 2013.

Independientemente del grado de solidez de los argumentos que se refutan a Duverger, son interesantísimas las dos conclusiones a las que llega, las cuales deberían ser analizadas (a mi juicio) de manera parcialmente aislada. La primera (que Díaz del Castillo no escribió la Historia Verdadera…) es hasta cierto punto razonable. Siempre ha existido una presunción iuris tantum bien fundada de que Díaz del Castillo escribió la Historia Verdadera, y hasta hoy no había razón para pensar lo contrario. Si bien no llegó hasta nuestros días un manuscrito de Díaz del Castillo con la Historia Verdadera, la obra ha sido desde sus orígenes atribuida a él. Por otro lado, también está probada la existencia de Díaz del Castillo y su actuación como conquistador de la Nueva España. Vamos, que la historia ha demostrado que existió un conquistador de nombre Bernal Díaz del Castillo y que existe un libro atribuido a su autoría. Duverger se encarga de poner en duda esa certeza, hasta ahora, universalmente aceptada.

Podemos perdernos en un mar de argumentos en favor y en contra: la edad de Díaz del Castillo al escribir su obra, el increíble detalle exhaustivo de las descripciones de los hechos que narra, su estilo literario, la nula mención de Díaz del Castillo en las Cartas de Relación de Hernán Cortés, el nivel cultural de un soldado de aquellas épocas, entre muchas otras. Hay argumentos de Duverger que no son tan fácilmente rebatibles, pero ¿son suficientes para concluir que la Historia Verdadera no fue escrita por Díaz del Castillo?

A mi juicio no. Creo que sus argumentos si bien son válidos, no son contundentes, o al menos no tanto como los hechos que afirman lo contrario. Pero por otro lado, logran al menos incluir una mínima duda razonable respecto de lo que siempre ha sido aceptado, es decir, le dan el beneficio de la duda respecto a la autoría de la Historia Verdadera.

Cosa distinta es con su segunda conclusión (que el autor de la Historia Verdadera es Cortés). El silogismo de Duverger para esta conclusión es, cuando menos, difícil de comprender. Aparentemente la premisa mayor es: Únicamente Díaz del Castillo o Cortés pudieron escribir la Historia Verdadera. Al parecer, la premisa menor negativa es: Díaz del Castillo no escribió la Historia Verdadera. La (lógica) conclusión es, entonces: Cortés escribió la Historia Verdadera.

Creo que ahí es donde la tesis de Duverger se vuelve flaca. Si bien aporta argumentos válidos (aunque no contundentes a mi parecer) para dudar de la autoría de Díaz del Castillo, no explica cómo es que Cortés es el verdadero autor, y cómo es que Díaz del Castillo se atribuyó la obra. Sus argumentos parecen ser más pasionales que rigurosamente científicos, al parecer Duverger se inclina a afirmar que Cortés es el verdadero autor más porque ‘lo siente’ que por haberlo concluido con bases rigurosamente históricas. Afirma haber viajado y recorrido todos los lugares en donde estuvo Cortés, incluso haber vivido 3 años en la casa de Cortés en Santo Domingo. En la mencionada entrevista a la revista Nexos señala lo siguiente:

“Esos viajes de 20 años… me impregnaron, me dieron un conocimiento interior de los paisajes, de los ámbitos, de los olores. No puedo transcribir lo que me dijeron los austeros muros de coral blanco de la casa de Santo Domingo. Pero aprendí a oír las olas nocturnas del Caribe, a percibir la topografía del poder, a soñar el espíritu de conquista.”

Lindo, ¿no? Pero difícilmente puede considerarse un argumento sólido. Solamente Duverger sabe lo que siente y el nivel de compenetración al que llegó con la figura de Cortés, pero ello no resulta suficiente para convencer y comprobar que la Historia Verdadera es de su autoría.

Pese a ello, yo celebro Crónica de la eternidad de Duverger. Estoy seguro que desempolvará de nuestros libreros una obra de valor histórico y literario incalculable. No perdamos de vista que Bernal Díaz del Castillo (o Cortés según Duverger) es considerado nuestro primer novelista (Carlos Fuentes dixit). Descubramos o redescubramos la verdadera historia de la conquista de los pueblos que habitaron parte de lo que hoy es nuestro país.

“¿A LA SOMBRA DEL ANGEL? TRISTEMENTE, SI” Una libre reflexión sobre Antonieta Rivas Mercado


 

Por: Patricia López Padilla Barrera

Aunque disto de ser afecta a festejar el Día Internacional de la Mujer y a formar parte de los movimientos que en su mayoría promueven lo que considero un “falso feminismo”, el pasado 8 de marzo leí algunos cuentos del libro “Las Revoltosas”[1]. Llamó mi atención este libro, porque tal vez, en sus debidas proporciones, siempre me he considerado una mujer rebelde, voluntariosa y hasta cierto grado, transgresora de una que otra tradición familiar.

Uno de los cuentos contenidos en el libro “Las Revoltosas”, está dedicado a María Antonieta Rivas Mercado. Desde hace tiempo, siento una particular admiración por esta singular mujer (que por cierto, jamás se comportó como “una mujer”, o al menos, no como una “mujer convencional”); sin embargo, las vivencias que he experimentado en estos últimos meses me han permitido analizar sus errores y sus debilidades, y observar su figura desde otra perspectiva.

Antonieta nació en una familia de abolengo y fue la segunda hija de Antonio Rivas Mercado, el arquitecto predilecto de Don Porfirio Díaz (a quien, por cierto, Dios tenga en su gloria); célebre por haber edificado el “Angel de la Independencia”[2].

Antonieta llevaba el nombre de su padre. No es difícil suponer que el afamado arquitecto haya educado a su hija favorita dentro de los “férreos estándares masculinos” predominantes a inicios del Siglo XX. Estas circunstancias, aunadas al abandono y al desamor de su madre y a la inseguridad que sentía por su falta de belleza (tenía fama de tener un rostro poco agraciado, pero bonita figura), formaron a una mujer, como ya lo dije, poco convencional y fuera de serie; gigante en talentos, pero más aun en inseguridades y dependencias.

Pocos sabemos lo que hacía Antonieta, pero desafortunadamente, casi nadie se dio cuenta de “quién” era esa extraordinaria mujer.

A principios del Siglo XX, Antonieta era una joven que hablaba a la perfección cinco idiomas, además del castellano. Era una gran conversadora, una versátil escritora y una destacada bailarina, que se dio el lujo de convertirse en el “Lorenzo de Médicis” mexicano, así como de adherirse a los ideales revolucionarios, pese a que su padre perteneció al porfiriato.

¡Pobre Antonieta! Ella, que se inclinó por el “dar” y el ”hacer” más que por el “ser”, ha sido víctima de las enciclopedias y de las novelas históricas, que repararon más en su “escandalosa vida”, que en todo lo que aportó a México.

Para muestra de lo anterior, bastan algunos botones: Antonieta se enamoró de dos figuras célebres, a quienes apoyó hasta la total donación de su ser. Uno fue el pintor Manuel Rodríguez Lozano; y el otro, el gran pensador mexicano, José Vasconcelos (por quien profeso una ferviente e indescriptible admiración).

Pues bien, la prensa destaca e incluso publica las cartas que de manera reiterada y apasionada le escribía Antonieta a Manuel, quien jamás le correspondió por su abierta homosexualidad; sin embargo, pocos han hecho hincapié en todo el apoyo moral y económico que brindó Antonieta al fotógrafo, a grado tal de convertirse en su mecenas.

Pasemos ahora al tema de José Vasconcelos. Si las generaciones actuales acaso han escuchado hablar de María Antonieta Rivas Mercado, seguro será por haber sido la amante de Vasconcelos, y por haberse suicidado en Notre Dame; cuestión que propició el cierre de la Catedral hasta limpiarla del sacrilegio cometido.

Tristemente, pocos saben que Antonieta fue la principal patrocinadora de la campaña política del “Maestro de América” y que le ayudaba a dictar sus conferencias. Antonieta vivió a “sangre y fuego” el episodio del fraude electoral perpetrado en contra de Vasconcelos, y lo siguió hasta el exilio en Francia, en donde tres culpas la condujeron al suicidio: la culpa por la derrota de Vasconcelos, la culpa por no haberle podido conseguir, ella misma, el triunfo; y la más terrible de todas, la culpa que se atribuyó por no haber podido conseguir el amor de su idolatrado ideólogo, después de haberse donado a él por completo.

Sí, muchos saben que se suicidó, algunos saben que tuvo amantes; otros, que se condujo de manera “políticamente incorrecta” en ese complicado mundo de las relaciones sentimentales; pero lo que la mayoría ignora es que gracias a ella y a Carlos Chávez tenemos una orquesta sinfónica nacional (la cuál solamente lleva el nombre de este último), que formó e impulsó el Teatro Ulises, y que derrochó su fortuna personal impulsando las carreras de grandes artistas como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y Gilberto Owen. ¿Qué habrían hecho ellos sin tu eterno impulso, Antonieta?

¡Me dueles Antonieta! ¿Y cómo no vas a dolerme si nunca te diste cuenta de tu propio valor, pese a que la amistad desinteresada de García Lorca y el amor incondicional de Andrés Henestrosa resultaran suficientes para demostrártelo?

Me dueles Antonieta, porque te enamoraste de hombres egoístas, obcecados por un triunfo material e intelectual que los inhabilitaba para amarse incluso a sí mismos. Tal vez, tu gigantesca figura paterna fue la que te impidió actuar de otra manera. “Antonieta: la benefactora, Antonieta: la que siempre cuida a los demás menos a sí misma, Antonieta: la que siempre ama sin ser amada”.

Me dueles Antonieta porque te donaste, hasta vaciarte por completo. Entregaste todo lo que tenías y hacías, tal vez con el afán desesperado de encontrar ese amor que jamás llegó a ti. No sé si nunca llegó o no lo viste pasar. Al final del día, el resultado fue el mismo.

Me dueles Antonieta, porque en resumen, naciste, creciste, y moriste a “la sombra del Angel” (figura de tu exitoso padre), a la sombra de José Vasconcelos, a la sombra de los injustos juicios de tu tiempo, y bajo la enorme sombra de ti misma, de tus temores y de tus dependencias. Viviste rodeada de quimeras que ni medianamente se equiparaban a esa enorme luz que irradiabas, pero que fuiste incapaz de apreciar.

Sin temor a equivocarme puedo afirmar que te debemos mucho. Algunos ignoran tus hazañas, otros distorsionan tus aportaciones o las adjudican a terceros; muy pocos conocemos tus obras, pero creo que nadie, ni tú misma, sabía lo que eras y valías en realidad. ¿Cómo iban a quererte, si tú misma no te querías, si tú misma dejaste de ser tu prioridad?.

¡Cada vez que pienso en ti, me dueles Antonieta!. Muchos años intenté emularte, pero ya no. Hoy prefiero maravillarme con tus grandiosas obras y aportaciones, pero sobre todo, centrarme en descubrir a ese ser maravilloso eclipsado por la “sombra del Angel”, y sepultado por ti misma.

Si acaso te conviertes en la efigie del “Feminismo Mexicano”, que quede claro que el precio que tuviste que pagar fue demasiado alto, pues tu vida llena de culpas y entregas dolorosas que rayaron en la inmolación, hicieron que no vieras ni la grandeza de tu ser, ni lo excelso de tus logros.

María Antonieta, aunque te admiro, me dueles, pues fuiste de tu padre, de tus hermanos, de tu hijo, de Rodríguez Lozano, de Vasconcelos, pero nunca fuiste de María Antonieta Rivas Mercado.


[1] Por cierto, vale la pena leer los cuentos que Emma Cárdenas escribió sobre Malitzin y sobre Tecuixpo, la hija de Moctezuma; son una joya.

[2] De hecho, la nuera de Antonieta Rivas Mercado escribió un libro sobre su vida, al que le puso por nombre “A la sombra del Angel”, y es de ahí donde tomé la inspiración para el título de este breve artículo.

Correr y el vacío


Aunque nunca he dejado de correr cuando menos un par de veces por semana, lo cierto es que después de que completé mi primer y hasta ahora único maratón (el Maratón Internacional de la Ciudad de México, en octubre de 2010) dejé de correr con seriedad. Durante los seis meses que siguieron a la gran prueba, rara vez logré terminar una carrera de 5 km o concluir una semana de más de 3 días de entrenamiento. Considerando que entre junio y octubre de 2010 me había acostumbrado a recorrer unos 60 kilómetros a la semana, la imposibilidad de correr 5 kilómetros un domingo cualquiera era una realidad ridícula y devastadora. Mientras corría, mi mente buscaba las causas del pobre desempeño: cuestionaba si las canciones que escuchaba me traían o no buenos o malos recuerdos del maratón y evaluaba si debía o no crear un nuevo playlist; sopesaba si debía  inscribirme nuevamente al gimnasio donde había entrenado siempre o si debía empezar a utilizar la corredora que ahora teníamos en casa y en la que siempre me había sentido incómodo; paraba con frecuencia entre un kilómetro y otro para determinar dónde debía poner la televisión y qué programa era el ideal para lograr la motivación apropiada. Fueron días de enorme frustración. Estos pensamientos y otras preocupaciones e ideas nublaban mi mente y terminaban por agotarme durante la carrera. En algún punto había perdido el rumbo.

En junio de 2011, mi buen amigo David, que en esos días empezaba a prepararse para su primer Ironman, me dio un diagnóstico mucho más  inteligente y objetivo: depresión post-maratón, un cuadro patológico que le ocurre  a todos los corredores después de un maratón, particularmente el primero. En mi caso, al extraordinario estado de alegría y exaltación que viví luego entrar al tan añorado “Club de los 42”, le siguió un estado de desánimo, resultado de una severa autoevaluación en la que concluí que mi desempeño había sido inferior al esperado. Así, mientras que  mi mente clamaba por una oportunidad de venganza, mi cuerpo rechazaba cualquier intento de carrera larga. Quería correr en forma, como antes, pero al mismo tiempo,  no encontraba cómo darle al entrenamiento la posición prioritaria que había tenido durante meses.  El suelo parecía movedizo en virtud de una variedad de cambios deseables y esperados en mi vida (en los siguientes 18 meses ocurrirían mi boda, dos cambios de casa, un cambio de trabajo y la maravilla de la paternidad), y correr no resultaba una prioridad; más aún, no resultaba divertido.

A principios de este año, decidí desempolvar el libro De que hablo cuando hablo de correr del  Haruki Murakami, que cumplía exactamente dos años ya en mi librero.  Durante ese lapso, jamás dude de que tenía con aquel libro una cita ineludible e incluso lo regalé a un par de amigos que se preparaban para hacer un “cuarenta y dos”.  Me atrapó en el momento en que leí que el primer capítulo trataba de resolver la pregunta de qué piensa Murakami mientras corre. La pregunta es válida, si consideramos que el autor japonés corre 260 kilómetros al mes: 10 kilómetros diarios, 6 días a la semana.

La conclusión de Murakami es que, mientras entrena, los pensamientos que entran a su mente (el recuerdo que deriva de alguna canción, la preocupación sobre algún problema, una idea genial para el desenlace de un libro,) son como las nubes de Hawái, que  cruzan fugazmente el cielo limpio del puerto: “Mientras corro, – dice Murakami– simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es en el vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos. Es lógico. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacio absoluto. El espíritu humano no es ni tan fuerte ni tan consistente como para poder albergar el vacio absoluto. Sin embargo, esos pensamientos o ideas que penetran en mi espíritu mientras corro no son en definitiva más que meros accesorios del vacío. No son contenido, son pensamientos generadoImagens en torno al eje de la vacuidad.

La conclusión de Murakami me hizo redescubrir una certeza que había olvidado desde los días del maratón: que lo que me gustaba de hacer carreras largas era precisamente notar la forma en que se va desvaneciendo la conciencia, la manera gradual en la que se va silenciando la mente. Ese silencio que aparece usualmente después del kilometro 3 y sin duda después del 8, y en el que toda preocupación y pensamiento encuentran un peso apropiado.   Con esta confirmación tan elemental, he vuelto a iniciar entrenamientos.  No todo mundo puede correr en la costera de Hawái o frente al lago de Sognsvann; sin embargo, he vuelto a disfrutar correr, no por el paisaje o por controlar lo que se proyecta en la tele, sino por la forma en que se va silenciando la tele.

Despertará Cerati en el 2013


Hay personas a las que uno se siente tan cercano que piensa que son parte de su vida. La primera vez que escuché a Cerati fue en aquel cuarto que compartía con mi hermano a través de un stereo gris metálico que tocaba LP, cassettes y la radio. A Luis le gustaba poner canciones, en especial de los Hombres G y de la colección “Rock en tu idioma”. Ahí fue la primera vez que escuché a Soda Stereo, con una voz ronca y diferente, con sonidos sutiles, como un si un susurro atravesar el cuarto. Eran canciones en español. Luego me enteré que el grupo era argentino y que el vocalista, músico y compositor era Gustavo Cerati. Seguí escuchándolo sin pensar que iba aumentando mi gusto por el grupo y por otros grupos en español.

Como esas amistadas que duran sin proponérselo, Cerati me acompañó parte de los noventa y en los dosmiles, ya como solista, seguía sorprendiéndome que cercano lo sentía. Esta intimidad, me llevó a que en mi boda la canción de los novios fuera una de Cerati. La única vez que lo escuché en vivo, fue en el Foro Sol en la Ciudad de México donde tocó con Café Tacuba y Kinki. Cerati salió al escenario con su pelo chino y lentes obscuros para tocar parte de “Bocanada” y “Siempre es hoy”. Recuerdo poco de las canciones, sólo que volvió a envolverme en su mundo, donde el vaivén de los sonidos terminan por mecerte hasta que crees que la naturalidad es estar pensando con los oídos. Esa es la fascinación que tengo por Cerati, al escucharlo siempre te lleva ahí, a ese lugar en que sólo puedo ser tú y nadie más.

Por esta cercanía, digamos complicidad, cuando escuché la noticia de que le había tenido un ataque cerebral y se encontraba en coma, sólo puede pensar de forma egoísta, como los hombres pensamos habitualmente, que ya no sacaría nuevas canciones y que la relación se silenciaría para dar paso a los recuerdos. Después he tenido momentos en que pido por su salud.

Poco conozco de música, pero se que sin Cerati no se podría entender el rock lantinoamericano de final del siglo pasado y los sonidos que son referencia. Su influencia marcó a grupos como Caifanes, Los Rodríguez y Andrés Calamaro, Café Tacuba y Fabulosos Cadillacs. Su genialidad musical llegó a extremos de realizar versiones orquestadas de sus canciones ejecutadas por él y por la Orquesta Sinfónica Nacional de Argentina.

Por ello, pediré por su recuperación para que en el 2013 despierte y se elimine el triste silencio de no escuchar a un músico y no tener cerca a un amigo lejano. Su nuevo disco saldrá y su gira de regreso romperá records. Cerati me seguirá acompañando varios años, hasta que decida retirarse para seguirle susurrando canciones a otros.

ALGUNAS PREGUNTAS PARA DIOS PADRE


Por. Patricia López Padilla Barrera 

Como la mayoría de ustedes saben, soy Licenciada en Derecho. De alguna manera, mi formación me ha acostumbrado a dudar de todo y a formular un sinnúmero de interrogantes. En su momento, en algún artículo publicado en una revista especializada me aventuré a cuestionar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Dado lo fatídico que ha sido este año para mí, hoy me atrevo a formular ciertas preguntas a Dios Padre, nuestro máximo juzgador; sabiendo de antemano que no obtendré prontas respuestas.

 Desde pequeña me enseñaron a creer en Ti más que en mi misma, pese a que podía constatar mi existencia de manera clara, evidente, inmediata; y la Tuya no.

También me enseñaron que eres un sólo Dios en Tres personas distintas; sin embargo, para serte sincera, de las tres personas, siempre te he preferido a Ti, Dios Padre. Tal vez esta preferencia obedezca no sólo a la admiración que profeso por el Dios que protegió al pueblo judío del egipcio, desplegando todo su poder y magnificencia; sino acaso también al hecho de que en casa tengo un gran referente de la bondad paterna, llamado Agustín López Padilla.

Sinceramente, a un carácter como el mío le es difícil emular y sentirse protegida por aquella figura de Cristo que te pide que “ames a tus enemigos”, que “pongas la otra mejilla” o que “dejes todo y lo sigas”

Es por esto Dios Padre que a Ti me dirijo, y a Ti te cuestiono:

Mi primera pregunta va relacionada con el “libre albedrío” o “libre arbitrio”. Ese “gran regalo” que nos diste, es a la vez, la causa de los mayores males del orbe. Gracias al “libre albedrío” el hombre ha elegido ser el “lobo del hombre”; gracias a la libertad, los humanos tuvieron la posibilidad de esclavizar a sus congéneres; gracias al “libre arbitrio” los hombres nos hemos embaucado en una serie de guerras fratricidas, muchas de las cuáles se iniciaron al amparo y so pretexto de Tu nombre.

Y lo peor Señor no es el habernos regalado la “libertad” (todo regalo se agradece), sino el hecho de tu supuesta “impotencia” de interferir en el uso que los mortales hacemos de ese regalo. ¿Por qué no decírtelo, si al final del día ya lo sabes? Siempre he pensado que de nada me sirve un Dios que no puede protegerme del “libre arbitrio” de un tercero.

La verdad, es que prefiero pensar tu Tú todo lo puedes, que eres LA VOLUNTAD y que no interfieres en el libre albedrío por la sencilla razón de que “no quieres”; mas no porque “no puedas”. Ya te encargarás Tú en su momento (cosa extraña, porque no podemos hablar de momentos frente a alguien para el que no hay tiempo), de explicarnos Tus razones.

Te pregunto yo: ¿“No habría sido más fácil no darnos ese regalo, y evitar así las tragedias que su indebido uso ha generado”?. Es más, bien a bien no sabemos con certeza “cuál es el uso debido de la libertad”. Ciertamente Señor, en mi opinión ese regalo debió venir envuelto en un paquete con un instructivo muy amplio y claro, y en todos los idiomas.

Pasemos a otra pregunta: ¿Por qué es tan misterioso, poco claro y complicado Tu proceder”? Hay una frase que a muchos clérigos les fascina pronunciar: “Misteriosos son los caminos del Señor”. Para serte franca de nuevo Señor, esa frase podrá generar resignación para algunos, pero para mí, impaciente por naturaleza, implica una fuente inagotable de angustia.

Es decir, Jesucristo Resucitado pudo aparecerse ante Pilatos, ante Anás y Caifás, o ante el Sanedrín entero, y así acabar con cualquier duda de que El es realmente Tu hijo. Tal vez, esta aparición indubitable y clara hubiese evitado tanta guerra religiosa, tanta contraposición ideológica. ¿Por qué Cristo, ya resucitado, sólo se presentó ante sus amigos? ¿Por qué no demostrar su poderío y su cuerpo glorioso en todo su esplendor, frente a cuanto público fuese necesario?

Me gustaría que me explicaras por qué si el Movimiento Cristero resultó de tu agrado, no permitiste que Elías Calles fuese maltratado, tal como lo fue Nabucodonosor a través de tu brazo vengador. ¡El niño del Sahuayo sufrió un martirio terrible a sus once años, y el “angelito” de Elías Calles, murió en su cama!. ¿Por qué permitiste que la operación Valkiria de Claus Von Stauffenberg fallara? De haberse realizado, millones de muertes más se habrían evitado durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué si estás en contra del aborto, no mandaste un rayo a la Asamblea Legislativa para evitar su aprobación, tal como mandaste diez plagas para que los egipcios dejaran en libertad a tu pueblo?. Es más, ¿por qué a los malos gobernantes (que hoy en día abundan) no los “corriges” como en su momento lo hiciste con David y Salomón (quienes, por cierto, no fueron malos gobernantes, sino que cayeron en pequeños desvaríos que fueron duramente reprendidos por Ti?

Pasemos ahora al tema del sufrimiento. Señor, Tú debes saber lo que es el dolor, porque todo lo sabes; sin embargo, no puedes experimentarlo porque como eres Dios no puedes sufrir merma alguna; pero dime: ¿por qué la vida del cristiano tiene que estar llena de entuertos y sufrimientos?.

Sé que mandaste a tu Hijo Único a morir por nosotros y a lograr nuestra salvación (por cierto, siempre me he preguntado si no hubo otra forma de lograr nuestra salvación). Pero…¿por qué, además de Jesucristo, nosotros también tenemos que cargar con una cruz de sufrimiento para seguirte? ¿Por qué no, dentro de Tu infinita bondad, nos quitas la necesidad del sufrimiento? De nueva cuenta creo que el problema radica en que tengo una figura paterna (supuestamente, hecha a imagen y semejanza tuya) que ha hecho hasta lo imposible por evitar tristezas y sufrimientos en sus hijos. Tal vez, desde tu propia concepción, esta cuestión podría convertirlo en un mal padre. ¡Mi padre, si pudiera, me regalaría la salvación!

Señor, ¡no tolero sufrir ni ver sufrir! ¿Cómo diablos voy a llegar a Ti si no puedo con la más mínima cruz? (y por favor, no tomes esto como una provocación ni como una invitación a probarme, porque con el 2012 tuve bastante). ¡Soy la ferviente encarnación del hedonismo!

Finalmente, pasemos al escabroso tema del infierno. Como buena cristiana debo creer en el infierno, pero para serte muy sincera, dudo mucho que sea como me lo han enseñado. Los hombres estamos hechos a imagen y semejanza Tuya; por ende, concluyo que conceptos como el de la “justicia”, tienen un origen divino. Por eso, contéstame Señor: ¿qué crimen cometido durante un espacio y tiempo concreto, merece una pena eterna e inagotable? ¿Qué padre amoroso y caritativo puede mandar al infierno a sus hijos “para siempre”? ¿Acaso Tu corazón de padre infinitamente compasivo no sufriría con tanta alma condenada?, ¿Qué las almas condenadas no representan una constante victoria de Satanás sobre Ti?.

Han sido muchas preguntas para Ti, Dios Padre. Estas preguntas fueron motivadas por el horroroso 2012 que gracias a Dios (o sea, gracias a Ti) ya se acaba. Y si te pregunto, es porque aunque no pueda verte, creo en Ti.

Un año no puede propiciar que borre u olvide la felicidad que me has prodigado los otros treinta y tantos años (ya sabemos que mi edad queda entre Tú y yo). Podría darte las gracias por un millón de cosas…hoy, simplemente quiero darte las gracias por tolerarme, por permitir mi existencia, y sobre todo, por aguantar estas preguntitas, que espero, no me respondas esta noche…Sé que cuando muera, antes de mandarme a donde decidas mandarme (ojalá que sea al cielo, y a un cielo muy divertido, apto para hiperactivos) me las contestarás, y que tus respuestas serán ampliamente claras y satisfactorias.

De todos modos, amables lectores, si en unas horas no amanezco, ya saben que muy probablemente se deba a que decidieron darme una pronta respuesta a mis preguntas…

CUENTOS DE TERROR EN DÍA DE MUERTOS


“¿Renuncias a Satanás?”: Esta plática surgió entre un brillante maestro de la Universidad Panamericana (que a su vez, es gran amigo) y una servidora, durante el velorio del Dr. Rafael Márquez, un profesor muy querido y admirado por ambos. Al invocar esta antigua fórmula de promesa sacramental, mi amigo y yo coincidimos (sin afán de polemizar, claro está) en que no podíamos renunciar a quien nunca habíamos aceptado de forma consciente en nuestras vidas.

Por curioso que parezca, cada vez que se aproxima la festividad del “Día de Muertos” mi mente entra en “trance” y atraviesa por serios períodos de reflexión. Durante uno de dichos períodos, recordé la charla que tuve con mi amigo en el velorio, y concluí que esta “temporada de muertos” nos ofrece por lo menos, tres historias de terror que aunque no han requerido (por lo pronto, de manera expresa), la celebración de pactos con el “Angel Caído”, sin duda pueden producirnos escalofríos de sólo pensar en ellas (tanto como cualquier relato relacionado con el afamado “Halloween”).

Una primera “historia de terror” la encuentro en esa crispante y frustrante imposibilidad humana de superar o controlar nuestras debilidades y bajas pasiones. Si algo nos ha mostrado la historia es que el hombre ha sido capaz de vencer las fuerzas de la naturaleza y de romper las leyes de la física.

En efecto, el hombre que ha podido desafiar a la “gravedad” y a la “inercia” y que está próximo a lograr el “don de la ubicuidad” gracias a sus asombrosos avances tecnológicos, ha sido totalmente incapaz de superarse así mismo.  Así es, el hombre no ha podido superar la “gravedad” de sus omisiones, ni la “inercia” de sus malos actos.

¡Para muestra, basta un botón! Simplemente, veamos lo que sucede actualmente en Siria. Esta guerra fraticida, en la que el dolor y la crueldad son los principales protagonistas, nos muestra que “el hombre sigue siendo el lobo del hombre”. Esta lucha entre el bien y el mal y el ansia de poder es tan perenne y continua, que  hasta aburre. ¡Cuánta razón tenía el poeta que afirmaba que la historia siempre es la misma, y que sólo cambian los personajes!

Ahora bien, sin necesidad de “viajar al cercano Oriente”, en nuestro propio país podemos encontrar no sólo ciudades fantasma (como Torreón, gracias a los estragos ocasionados por la guerra contra el crimen organizado), sino también historias de horror de lo más diversas y complejas. Tal vez el último claro ejemplo lo encontramos en la famosa “cuota de género” que nuestro Presidente saliente pretendió cubrir al proponer las ternas para sustituir a los Ministros que en breve dejarán la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

De los 6 candidatos, tres son mujeres. Y aunque con toda certeza se trata de personas preparadas, brillantes y altamente calificadas, para nuestro infortunio, lo único que se ha destacado en los medios sobre las tres mujeres que contienden por ser Ministras de nuestro Máximo Tribunal, es precisamente, el hecho de que son mujeres.

No sé si compartan mi opinión, pero es alarmante el hecho de que en pleno Siglo XXI se concedan títulos o puestos en atención a cuestiones totalmente ajenas a la preparación y a la capacidad; tal como lo es el sexo. A la Suprema Corte de Justicia de la Nación deben llegar los juristas más calificados, sean hombres o mujeres, pues la procuración de justicia no puede ni debe depender de “cuotas de género”.

Así es queridos lectores, este tipo de acontecimientos ciertamente resultan alarmantes, pues las “cuotas de género” y el “falso feminismo” han ocasionado daños muy similares al “machismo” (ya que al final del día, ese afán de promover a las mujeres por el hecho de ser mujeres, también nos coloca en un plano de desigualdad frente al hombre).

Finalmente, una tercer historia que no sólo me produce terror, sino también una profunda tristeza, es la alarmante forma en como la festividad de “Halloween” (o como se le denomine) ha desplazado a nuestra bella, emblemática, mítica y tradicional fiesta del “Día de Muertos”. Sin embargo, siendo realistas, los únicos culpables somos nosotros, y procedo a explicar el por qué.

Este pasado 12 de octubre, aniversario del Descubrimiento de América, escuché todo tipo de opiniones. Algunas denostando e ignorando la influencia española en nuestra cultura, otras exaltando de manera casi irracional nuestras raíces españolas y despreciando la injerencia prehispánica. Tal como lo sostiene mi admirado y querido maestro Jaime del Arenal, tristemente no nos hemos dado cuenta de que los mexicanos somos descendientes de los dos más grandes imperios en su momento: el imperio español y el imperio azteca.

Lamentablemente, así como un niño que no se identifica con sus padres puede presentar problemas en su desarrollo, una Nación que no se reconcilia con sus raíces, está condenada a la involución, a no progresar…Tal vez, los mexicanos tenemos una triste historia cíclica y repetitiva no sólo porque desconocemos nuestra historia, sino porque también la rechazamos.

Sé que he abundado en las críticas, y no puedo despedirme sin sugerir una propuesta: esta “temporada de Muertos” dense un tiempo para visitar las maravillosas ofrendas que con certeza se colocarán en diversos lugares de nuestro país. A los capitalinos les recomiendo especialmente la Magna Ofrenda que a partir del 1° de noviembre se exhibirá en la Fortaleza del Indio Fernández, que en esta ocasión tendrá como especial protagonista, a la recién fallecida Chavela Vargas.

Hago votos para que este “Día de Muertos” nos reconciliemos con nuestros padres, con nuestros antepasados, con nuestras raíces, con nosotros mismos. Tal vez me consideren “fuera de mis casillas”, pero ojalá nuestros ancestros nos visiten para regalarnos la paz tan ansiada y tan escasa en estos tiempos atribulados.

Probablemente mi adorado tío José Antonio, fallecido la semana pasada, también me visite, y aprovecharé para preguntarle, entre otras cosas, si los tiempos pasados fueron mejores a los actuales (tal como lo sugiere la película de Woody Allen, “A Midnight in Paris); atreviéndome a adelantar la respuesta, pues “a cada tiempo, le basta su propia preocupación”.